Los encargados de la formulación de políticas se han centrado, con razón, en la perturbación a corto plazo causada por la pandemia. Han actuado con rapidez y eficacia. Sin embargo, la pandemia ha expuesto y acelerado las tendencias a largo plazo. Esas tendencias podrían generar importantes beneficios, pero también trastornos durante la transición.
Hay importantes debates sobre cómo debería ser el crecimiento en el siglo XXI. Pero en todos los casos, para mantener el crecimiento es necesario aprovechar las posibilidades que las nuevas tecnologías ofrecen a nuestros trabajadores y empresas de la manera más inclusiva posible. Y supone asegurarse de que somos capaces de adaptarnos a los nuevos entornos creados por las impredecibles conmociones a las que nos enfrentaremos.
Para alcanzar estos objetivos, se necesitan medidas políticas decisivas. Esas políticas van más allá del ámbito de la política monetaria, pero sin duda afectarán al entorno en el que operan los bancos centrales.
Confío en que los responsables de las políticas europeas encontrarán el camino correcto para avanzar. Como escribió Antoine de Saint-Exupéry, «la tarea no es prever el futuro, sino permitirlo».