Sería demasiado fácil si dijéramos que para controlar tus gastos, antes de sacar la cartera, contáramos hasta 50 y nos imaginemos la maravillosa sensación de invertir en un negocio en el que al cabo de un tiempo hayamos doblado o triplicado nuestro dinero. Con esa típica cara de que somos más listos que nadie, con el pecho bien hinchado y mirando por encima del hombro al resto de inversores de a pie. Pero no. Normalmente nos dejamos llevar por lo que mueve al mercado. Los impulsos.
Los impulsos que nos llevan a gastar
Para que entendamos lo que son los “impulsos” del mercado te lo voy a explicar con un ejemplo. Cuando estás de paseo por un centro comercial y de repente te llega un olor a hamburguesa y no puedes quitártelo de la cabeza hasta que vas a esa tienda con una “M” grande y te pides el menú completo, sí sí, el completo, que nos conocemos. Pues lo mismo hace el mercado. Muchos inversores convencidos de su instinto de grandes gestores se piensan que han encontrado un buen negocio en el que invertir, y se tiran de cabeza a por la primera hamburguesa que encuentran… con la desgracia, en algunos casos, de que puede llevar pepinillos. Ya me entiendes.
Como os podéis imaginar, hay dos maneras de controlar o dar un cambio en nuestras finanzas personales: actuando sobre los ingresos o actuando sobre los gastos. Desde mi punto de vista es indispensable tocar ambos, pero lo más práctico o donde con un pequeño cambio podemos conseguir un gran impacto, es actuando en los gastos. Todo esto ya lo comentamos en el artículo: ¿Qué son las finanzas personales y cómo hacer una planificación financiera?
Es importante diferenciar entre gastos necesarios y no necesarios. Los necesarios, son (obviamente) los que necesitas para vivir: alquiler/hipoteca, luz, agua, internet… y alguno más, pero no por mucho que te gusten: Netflix, Amazon Prime, HBO y demás, realmente sabemos que no son indispensable. Otra cosa distinta es la falsa necesidad que nos generan ese tipo de productos y eso da para otro artículo. Estos gastos que consideramos fijos también se pueden controlar. Supongamos que cobras unos 1.300€ netos al mes. ¿Te meterías en un alquiler de 1.100€ al mes? Aunque fuera un pisazo con terraza, tres cuartos de baño, jacuzzi… a nadie se le ocurriría una locura así.
La diferenciación para controlar tus gastos
Pues así de absurdo es la gestión de algunas personas. Con cada uno de los gastos hay que pensar:
- ¿Qué necesito realmente?
- ¿Lo que tengo me cubre la necesidad?
- ¿Podría tener la necesidad cubierta por menos dinero?
- ¿Realmente me aporta lo suficiente la diferencia que estoy asumiendo?
Sino es así, fuera ese gasto. Y voy a terminar este comentario con un caso algo más real, ej.: tarifa de teléfono móvil e internet. ¿Me merece la pena gastar 15€ más al mes por tener 100mb más de velocidad de internet que ni lo noto? Pues lo mismo con el resto de los gastos parecidos, y de nuevo ojo con las suscripciones. ¿Me merece la pena pagar Netflix por dos ratos al mes que puedo ver la tele o pagar el gimnasio para ir una vez cada dos meses…? lo siento, había que decirlo pero si no es un gasto necesario, fuera.
Siguiente paso es hacer un listado de todos esos gastos y mira dónde puedes recortar y ponle números! Cuando veas que podrías ahorrar 50, 60, 100 o 200€ todos los meses y que ni lo notarías entonces vamos por buen camino. Si puedes reducir esos gastos hoy, empieza. Porque el impacto que eso puede tener en el largo plazo tiene un “coste de oportunidad” mayor a la mini satisfacción que te da tener tus 100mb más.
Y para verlo gráficamente aquí os dejo un ejemplo de una cartera de inversión con una rentabilidad modesta en el largo plazo en la que conseguimos ahorrar 50€ todos los meses y los destinamos a invertir:
En el primer caso sin ese ahorro extra obtenemos un total de 76.214€ a los 20 años. Mientras que con el mismo importe inicial y la misma rentabilidad pero pudiendo aportar un poco más al reducir nuestros gastos, obtendremos 98.285€. Un 29% más, nada mal por ahorrar 50€ más!!