En un mundo financiero cada vez más interconectado, donde la liquidez abunda y las ineficiencias se eliminan rápidamente gracias a fondos cuantitativos y la inteligencia artificial, la clave para navegar los mercados radica en identificar verdades profundas que pocos reconocen. Una de estas verdades es que los próximos 12 meses podrían traer una volatilidad macroeconómica sin precedentes, superando incluso la de 2022, la pandemia de COVID-19 o la crisis financiera de 2008. Esta turbulencia no surgiría de factores internos tradicionales, como una recesión doméstica, sino de una devaluación orquestada del dólar estadounidense (USD) frente a las principales monedas globales. Contrario a la creencia común de que un dólar débil impulsa los activos de riesgo, como las acciones, esta dinámica podría desencadenar caídas significativas en los mercados, revelando fragilidades acumuladas durante años.
A diciembre de 2025, el índice DXY, que mide la fortaleza del dólar frente a una cesta de monedas, se sitúa alrededor de 99.4, reflejando una tendencia bajista que ha perdido cerca del 0.10% en las últimas sesiones y más del 0.28% en 24 horas. Esta debilidad no es accidental: responde a políticas deliberadas que buscan reequilibrar el comercio global, pero que podrían colisionar con desequilibrios estructurales. En este artículo, exploramos los factores convergentes que podrían precipitar esta “tormenta”, desde los flujos transfronterizos hasta las estrategias geopolíticas y monetarias.
Los Desequilibrios Globales: Fragilidad Acumulada en la Liquidez
El estatus del dólar como moneda de reserva mundial ha generado un ciclo vicioso de desequilibrios que ahora amenazan con revertirse de manera abrupta. Estados Unidos importa masivamente bienes y servicios porque un dólar fuerte abarata las compras en el exterior. Al pagar con dólares, los extranjeros los reinvierten en activos estadounidenses acciones, bonos y otros instrumentos para sostener el comercio y apostar por innovaciones como la inteligencia artificial y la robótica. Esto ha inflado el déficit en cuenta corriente de EE.UU. a niveles históricos, con inversiones extranjeras en activos locales en máximos absolutos.
Como resultado, las valoraciones del S&P 500 han alcanzado ratios precio-ventas en picos nunca vistos, impulsadas no solo por el crecimiento económico, sino por esta liquidez macro global. Métricas tradicionales de valoración, como las de Warren Buffett o Graham y Dodd, fallan en capturar esta realidad, ya que no contemplan el impacto del comercio expansivo. El déficit comercial refleja entradas masivas de capital extranjero, elevando la capitalización de mercado relativa al PIB de EE.UU. mucho más allá de los niveles de los años 80.
Sin embargo, esta estructura es frágil, similar a las hipotecas de tasa ajustable previas a la crisis de 2008. Los flujos transfronterizos han creado posiciones largas netas en equities estadounidenses, concentradas en gigantes como las “siete magníficas” (Magnificent 7). En un escenario de devaluación del dólar, los inversores extranjeros podrían deshacer estas posiciones para mitigar pérdidas cambiarias, evaporando la liquidez y acelerando correcciones. Analistas destacan que los carry trades donde se asume que el dólar se fortalece en tiempos de inestabilidad podrían fallar, ya que las correlaciones históricas (como en 2008 o 2020) se rompen en un régimen de debilitamiento deliberado.
Las Políticas de Trump: Debilitamiento del Dólar como Arma Económica
La administración actual ha adoptado una postura agresiva para debilitar el dólar, viéndolo no como un privilegio, sino como una “carga costosa” que ha permitido a rivales como China acumular ventajas industriales a expensas de EE.UU. El objetivo es claro: reducir el déficit comercial y en cuenta corriente, impulsar la manufactura doméstica y fortalecer la posición negociadora en geopolítica. Propuestas como el “Mar-a-Lago Accord” buscan recortar estos desequilibrios mediante tarifas arancelarias y presiones comerciales, lo que ha acelerado la caída del DXY desde la inauguración en enero de 2025.
El 2 de abril de 2025, etiquetado como “Día de la Liberación”, se anunciaron tarifas masivas del 10% sobre todos los países, invocando emergencias nacionales para proteger la soberanía económica. Estas medidas han generado turbulencias financieras, debilitando el dólar en un 10% estimado hacia finales de 2026, según proyecciones. Trump ha declarado que “se gana mucho más dinero con un dólar débil”, aludiendo a cómo abarata las exportaciones y desincentiva importaciones, reindustrializando el país y creando empleos. En el contexto de una “guerra económica” con China, estas políticas buscan revertir dependencias industriales y forzar acuerdos comerciales favorables.
No obstante, críticos argumentan que este enfoque es equivocado, ya que ignora cómo el dólar fuerte ha beneficiado históricamente a EE.UU., y podría desencadenar una guerra de divisas global. En redes como X, se discute cómo las tarifas han impulsado el oro a récords y afectado criptoactivos, con el dólar debilitándose frente a monedas como el franco suizo, revelando un mercado en rango ajustado por la euforia inicial post-electoral.
El Rol de la Reserva Federal: Alineación con una Política Dovish
La convergencia se acelera con la transición a un nuevo presidente de la Fed en 2026, alineado con una agenda ultra-acomodaticia para apoyar el debilitamiento del dólar. Recortes agresivos de tasas reducirían las tasas reales cortas, inyectando liquidez a corto plazo pero suprimiendo flujos transfronterizos. Expectativas de inflación colapsadas dan espacio para más medidas dovish, con proyecciones de un dot plot 100 puntos base más bajo.
Sin embargo, en economías frágiles, esto podría fallar: intervenciones de la Fed amplificarían caídas en equities al empujar el dólar más abajo, en lugar de actuar como un “put” salvador. Un bear steepening en la curva de rendimientos donde tasas largas suben por errores de política podría materializarse, exacerbando la volatilidad. Con elecciones intermedias en el horizonte, la presión por mantener el crecimiento choca con riesgos de stagflación, donde la inflación sticky y la deuda global (en máximos) generan turbulencias financieras.
Por Qué Esta Devaluación Podría Ser Diferente y Peligrosa
Tradicionalmente, un dólar débil se ve como alcista para activos de riesgo, pero esta vez colisiona con imbalances estructurales. Los extranjeros, net long en equities de EE.UU., podrían vender masivamente al cambiar el régimen cambiario, desencadenando un unwind similar al de 2008. Políticas como las tarifas suprimen flujos, convirtiendo vientos de cola en contraflujos. Riesgos globales para 2025-2026 incluyen divergencias monetarias, protecciónismo y volatilidad en bonos, con inflación y deuda como catalizadores clave.
Señales de alerta: Ventas simultáneas de dólar y equities, aumento en volatilidad cross-asset, underperformance de acciones high-beta y correlaciones acercándose a 1 en desarmes. Activos como oro y plata podrían rally inicialmente, pero venderse en capitulación, ofreciendo poca diversificación. Pronósticos indican un PIB de EE.UU. desacelerando a 1.4% en 2026, con rebotes posteriores, pero vulnerables a shocks.
Conclusión: Prepararse para la Incertidumbre
La complacencia actual asumir que la devaluación del dólar es un mero ajuste benigno ecoa la subestimación de riesgos pre-2008. Monitorear mecánicas causales, como flujos extranjeros y políticas monetarias, es esencial para inversores. Aunque el debilitamiento busca reequilibrar la economía estadounidense, sus efectos de segundo orden podrían precipitar una tormenta macro. En un panorama de riesgos elevados, desde trade wars hasta inflación persistente, la conciencia diferenciada es la mayor ventaja. Este análisis no constituye consejo de inversión; los mercados implican riesgos de pérdida de capital.





