En los últimos meses, el mercado se ha comportado de manera marcadamente alcista en términos de acción del precio. Da la impresión de que, sin importar si las noticias son positivas o negativas, los principales índices bursátiles y activos de riesgo terminan reaccionando al alza. Este fenómeno refleja una cierta malacostumbre del mercado, donde los agentes parecen descontar que la tendencia ascendente es inevitable. Nos encontramos, por tanto, en lo que muchos analistas consideran la fase final del ciclo de expansión que se ha prolongado durante varios años en el sistema económico global, en la bolsa y en otros activos financieros.
Esta subida ha estado impulsada principalmente por un exceso de liquidez y por la euforia especulativa derivada del fear of missing out (FOMO). Si bien este entorno ha generado ganancias extraordinarias, también ha traído consigo desequilibrios significativos. En la renta variable, compañías como NVIDIA han alcanzado valoraciones que algunos califican de burbuja. En el mercado inmobiliario, la situación es igualmente preocupante, pues la subida de precios ha vuelto inaccesible la vivienda para gran parte de la población.
El debate actual gira en torno al posible recorte de tipos de interés por parte de la Reserva Federal (FED) en septiembre, ya sea de 25 o 50 puntos básicos. La magnitud del recorte es secundaria frente a lo que realmente simboliza: un cambio de ciclo. Históricamente, cada proceso de relajación monetaria ha venido seguido de una recesión en mayor o menor grado, lo que refuerza la idea de que la economía no puede sostener un crecimiento indefinido sin interrupciones.

En este sentido, tarde o temprano asistiremos a un ajuste económico. Es imposible que una economía mantenga un ritmo ascendente constante sin experimentar fases contractivas. Cuando este punto llegue, probablemente observaremos primero un entorno de deflación, con reducción de liquidez y desapalancamiento financiero. Este será el momento en el que la FED deberá demostrar su capacidad de reacción, diseñando instrumentos y estrategias que permitan contener el impacto y estabilizar el sistema.
No obstante, conviene destacar que todavía no hemos alcanzado ese punto de inflexión. Antes de la corrección, es previsible que asistamos a una última etapa alcista, donde activos como el S&P 500, el Bitcoin y el oro todavía tienen recorrido al alza. Todo apunta a que el cierre del año podría ser fuertemente positivo en los mercados.
El dólar estadounidense (DXY) jugará un papel determinante. En caso de tensiones financieras, podría convertirse en el principal refugio de liquidez, impulsando su valor por encima de los 110 puntos. En un eventual shock de liquidez inicial, tanto el oro como la plata podrían ser vendidos de forma masiva para generar caja, repitiendo el patrón de 2008
Por otro lado, empresas como MicroStrategy reflejan las vulnerabilidades de este entorno. Su modelo, basado en la estrategia de “subida de la acción → toma de deuda → compra de Bitcoin”, ha sido calificado por algunos analistas como un “Ponzi a la vista”. Si el Nasdaq, considerado la mayor burbuja actual, llegara a corregir en torno a un 85 % y el DXY se fortaleciera hacia los 120 puntos, tanto Bitcoin como MicroStrategy sufrirían un impacto muy severo.
Para concluir el mercado global se encuentra en una fase de euforia terminal, donde la liquidez y el apetito por el riesgo impulsan cotizaciones a niveles insostenibles. Aunque el corto plazo puede seguir ofreciendo oportunidades alcistas, el trasfondo histórico y estructural apunta a que el desenlace será un ajuste brusco, con deflación, desapalancamiento y correcciones significativas en activos clave. En este contexto, resulta esencial que los inversores se preparen para un entorno de alta volatilidad, que combina un tramo final de beneficios con el riesgo inminente de una corrección de gran magnitud.




