La noche de Reyes un avión de Alaska Airlines, un Boeing 737 Max 9, perdió un panel con forma de puerta en pleno vuelo. Como resultado, el fabricante de aviones estadounidense revive una de sus peores pesadillas: permanecer en tierra.
Más de 170 aeronaves esperan novedades sin volar a causa del incidente que, por suerte, no dejó ningún muerto. ¿Avisaba ese tornillo suelto en el timón sobre el que alertó hace un mes la Administración Federal de la Aviación en EE.UU. de que algo iba mal de nuevo en Boeing?
Podría decirse que la compañía todavía estaba a medio vuelo el 5 de enero, intentando recuperarse de un pasado marcado y, manchado, por dos accidentes mortales en los que más de 340 personas perdieron la vida con la versión anterior de este modelo, el Boeing 737 Max 8.
Dos días después del primer accidente el 29 de octubre de 2018, las acciones de la compañía apenas reflejaban la tragedia. Caían desde los 359,27 dólares hasta los 335,59 dólares para subir de nuevo hasta los 349 dólares en sólo una sesión, ya recuperadas del susto.
Esta vez, más de lo mismo, apenas una jornada de descensos en torno al 8% en bolsa, para que Boeing recobre poco a poco el pulso en el mercado. Poco más ha hecho falta que una frase de su CEO. “Vamos a reconocer nuestro error”, apuntaba Dave Calhoun, que, en esta ocasión, se ha apresurado a entonar el mea culpa.
Boeing sabe muy bien derivar los problemas. Durante los accidentes mortales con los 737 Max, los primeros en ser señalados fueron los pilotos de las aeronaves. El fabricante de aviones insinuó que no controlaban su nuevo modelo y, por ello, no supieron reaccionar.
En esta ocasión, las miradas se focalizaron en sus proveedores: “No apretaron bien los tornillos”. Spirit AeroSystems, su mayor proveedor, también se ha llevado la peor parte en bolsa. Mientras que las acciones de Boeing cerraron la sesión del lunes, -cuando se desató todo- con un retroceso del 8%, las de Spirit se dejaron un 11%.
Boeing lucha por mantener la confianza de los inversores, Airbus toca el cielo
La crisis reputacional de Boeing se extiende. Los datos de la grabación del vuelo de Alaska Airlines que perdió un panel a 16.000 pies de altura fueron sobrescritos. La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte advirtió sobre este hecho, puesto que las grabaciones fueron encontradas más de dos horas después, cuando se reinician.
Por si fuera poco, se ha conocido que Boeing pidió a la Administración Federal de Aviación de EE.UU. que pasara por alto ciertos controles sobre sistemas antihielo para poder acelerar la entrega de sus aviones.
En lo que se refiere a los números, el 31 de enero conoceremos los resultados financieros detallados del fabricante de aviones relativo al último trimestre de 2023. Hasta octubre venía haciéndolo bien consiguiendo reducir las pérdidas en el acumulado del año hasta los 2.212 millones de dólares y aumentando sus ingresos y facturación.
Pero hay que reconocerlo, el mercado quiere a Boeing. Sus acciones presentan un upside de casi el 20% en estos momentos, según el consenso de los analistas recogido por Refinitiv y con un respetable consejo de ‘compra’ sobre sus acciones. Desde el primero de los accidentes del 737 Max hasta ahora, sus títulos han perdido un valor del 35%.
Justo cuando parecía que las cosas iban ‘viento en popa’ para la compañía, habiendo cumplido su objetivo anual de entrega de aviones 737 y con esta familia de aeronaves surcando los cielos de China de nuevo, aparece otra piedra en el camino. Mientras tanto, su rival europeo, Airbus, vuela esta semana a nuevos máximos históricos en bolsa. Ya saben lo que dicen, a río revuelto, ganancias de pescadores.
Xelena Niedbala, periodista especializada en información económica